La revista tendría un relato firmado
por Sánchez, becario sí, pero autor con su nombre impreso también. Dejé que mi
capacidad para recrear momentos se expandiera y pensé en ella, mi jefa. En cómo
me hablaba, me miraba, me sonreía, poco, pero lo hacía, en cómo…
—Disculpa que no fuera más explícita
—fue lo primero que expuso nada más volver a su despacho tras la intensa
evaluación que habíamos experimentado, acerca de mi propuesta literaria.
—No es necesario. Estoy muy feliz.
—Yo también. Tu primer relato logró
ponerme muy —hizo una pausa buscando la palabra que mejor definiera lo que
sintió—. No sé cómo expresarlo. Sí, bastante cerda. Mucho, de hecho.
—¡Vaya! —Exclamé, sin saber muy bien
qué responder. Callé, entendí que sería mejor dejarla hablar.
—Perdona que sea tan directa, pero
fue así. No me creerás, pero deseaba que te fueras para poder masturbarme.
No pude evitar sonrojarme, procuré
conducir mi mirada hacia cualquier parte de su despacho en la que no pudiera
encontrarme con aquella mirada que me invitaba a… Me estaba invitando seguro,
sí.
—Por supuesto, no estoy invitándote
a recrear juntos lo que tu mente es capaz de inventar y provocar en mí.
—¿Provocar? —Pregunté, sin saber muy
bien por qué lancé una pregunta tan estúpida.
—No te hagas el tonto. ¿De verdad
que no te diste cuenta cómo me excitaba? A ver, Sánchez, justo cuando
describías cómo la penetraba, abriéndole las piernas y…
—Ya, ya, me acuerdo, sí —Azorado, no
sabía dónde meterme.
Fue entonces, cuando lo siguiente
debía suponer un acercamiento más directo, que percibí un sonido que se
interpuso entre nosotros. ¿Un teléfono sonando?
Se insertó entre nosotros y,
fundamentalmente, en el desarrollo de mi imaginación. Reaccioné lo más rápido
que pude, volviendo a la realidad y cogí el teléfono:
—Hola directora, dime.
«Sí, claro que estoy
libre. No, de hecho revisaba ideas para el próximo artículo.
Por supuesto que me
parece interesante: ¿Una propuesta sadomasoquista?
Ya entiendo, con heridas
¿y sangre?
Sí, lo voy entendiendo.
Entonces ¿más sádico?
¡Vale!, me pongo con
ello».
Esperé a que terminara de explicarme
la idea que tenía para el próximo artículo, que debía aparecer en el siguiente
número de la revista.
—Sí, me queda claro, «que logre
excitar al lector hasta el punto de que luego se quede con ganas de imaginar
que se lo está haciendo a su pareja».
Fácil y accesible, como a mí me
gustaría que fuera, no iba a resultar, pero debía acostumbrarme a llevar mi
imaginación por dónde su mente sintiera más placer.
Colgué
y volví a contemplar el atardecer, ¿dónde me había quedado?
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