domingo, 27 de junio de 2021

Masaje Fusión 2.0


Tras responder aquella última pregunta, y superar el impacto que supuso haber estado con una prostituta sin saberlo, y pagando unos servicios sexuales prestados con rigurosidad, pero que generaron una fuerte desazón en mis principios, pensé que quizás debía introducirme en la sordidez del mundo del placer de pago, ese que resulta en apariencia ilegal, y que supone una de las industrias más poderosas.

Así fue como establecí mi siguiente objetivo literario: los masajes eróticos. Necesitaba a alguien que se dedicara a este tipo de masajes. De hecho, aunque no fuera la misma situación, aquel masaje que nos regaló mi jefa, dejó en mí una puerta que sentía abierta desde entonces, que tocaba ahora atravesar.

Después de mucho investigar contacté, a través de su página web, con una estudiante de odontología, que financiaba todos los gastos de la Universidad mediante la apretada agenda de masajes. Me encontró un hueco para poder establecer un primer contacto. Era muy aplicada, como pude comprobar lo que me hizo pensar que, sin duda, sería una gran dentista.

—¿Entonces el masaje fusión con dos relajaciones?

—Sí —Respondí con la seguridad aparente del que ha acudido a servicios mucho más sórdidos y, en cierta medida...

—Ya sabe que vale todo, que será cuerpo con cuerpo y se correrá dos veces. Suele durar unas dos horas —Continuó informándome.

—¿Así de sencillo? —Pregunté atemorizado.

—Si le cuesta orgamar la segunda vez, no se preocupe, me encargaré yo de que el final feliz suceda como está previsto —sonrió—. Y si va muy rápido continuaremos por otras partes.

El inicio, cuando ella masajea todo el cuerpo, con un aceite aromático, es especialmente sensual. Es imposible que en una situación así, donde ambos nos encontramos desnudos, la erección tarde en aparecer.

Ella no accede de inmediato al pene, sigue su protocolo de caricias y masajes por las zonas previstas y, en su momento, sí se dirige a él, iniciando una masturbación lenta, ya que no existe la prisa. Es el mayor momento de intimidad. En ese instante, si moverte demasiado, piensas en cómo acceder a tocarla a ella. Es una necesidad básica, quieres acariciar su piel y…

—Recuerde que puede tocar todo menos el coño —volvió a sonreír.

Quizás sea esa la razón de que te centres en masajear su culo, acariciar cada parte de sus pétreos glúteos. Buscas más arriba y, coincidiendo con tus deseos, sus pechos quedan tan cerca de la otra mano que no dudas. Los alcanzas. El primer orgasmo ocurre y la eclosión de emociones se traslada a otro mundo, el onírico, allí donde crees encontrar a quien te gustaría que estuviese en ese lugar contigo. En mi caso mi jefa, a la que tanto deseo.

Se concentra entonces en la cabeza, cuello, brazos… Deja que te recuperes, porque la segunda "relajación" debe ser aún más potente. Debe convertirse en el viaje del héroe que vuelve cambiado a las manos de la futura dentista, mejorado, una y otra vez. Es una experiencia mística y deseas, como sea, orgasmar en su boca. Esto suele ser una excepción, pero a veces…

—Normalmente el coste son 200 euros, pero como solo buscaba información me bastará con que me pague 100.

—Gracias —respondí, reflexionando acerca de que esperaba que no se notara demasiado mi primera relajación, que ocurrió al inicio, justo al comenzar a hablar.

—Si alguna vez viene no solo a escuchar, le aseguro que lograré que aguante más que hoy —sonrió por última vez, justo antes de despedirme en la puerta.

domingo, 13 de junio de 2021

La Quinta Pregunta


Todo escritor sufre, en ocasiones, fases de paralización en su creatividad. De repente, sin saber la razón, la inspiración desaparece y no sabes qué escribir. A veces no existe una explicación objetiva. Sin embargo, yo lo asociaba a la inquietud que sentía debido a ese acercamiento-alejamiento continuo que experimentaba en la relación con mi jefa.

¡Claro que la deseaba! Cada día me gustaba más, y con más frecuencia se alejaba después de hacer un nuevo acercamiento. Al menos, así lo experimentaba yo, provocándome reacciones y sentimientos erróneos.

De esa forma deambulaba los últimos días. Más de una vez mi despiste me llevó a bajar del metro varias paradas después de mi destino. Un desastre, porque además vivo de mi imaginación y ésta no estaba afinada y, por tanto, no podía trabajar. No la acompañaban las musas que tan habitualmente estaban ahí.

La vi entrar justo cuando debía bajar. No pude. Su potente atracción me obligó a seguirla y sentarme frente a ella, en diagonal para guardar la distancia de metro y medio que obligaba las normas sanitarias, que exigía la pandemia que estábamos sufriendo. Me centré en sus piernas, generosamente mostradas gracias a un pantalón corto, ajustado, diminuto, que las dejaban libres, moviéndose en una danza de seducción que me atraía cada vez más.

Intenté dejar de contemplarla y cuando subí la mirada hacia sus ojos, estos se clavaron en mí, sujetándome al asiento, hipnotizado, Me sonrieron, creo que sus labios también, aunque andaban ocultos tras la mascarilla. Me sonrojé.

—¿Te puedo hacer cinco preguntas?

—Sí —respondí, sorprendido.

—¿Te gusta lo que ves?

—Mucho —no dejaba de observar esos ojos penetrantes, duros, maravillosos.

—¿Me lamerías el coño?

—¡Dios, claro!

—¿Me comerías el culo?

—Sí —no pude detener la erección que pugnaba por romper la cárcel que suponía mi pantalón.

—¿Te gustaría besarme?

—Ahora mismo.

—Vale, entonces ven conmigo —se levantó con rapidez para bajar en la siguiente parada.

—¿Y la quinta pregunta? —Faltaba una seguro.

—Cuando me folles —terminó de someterme.

Terminamos en su casa, en la cama de su habitación, follando como no recordaba. Me hizo cosas que no hubiese imaginado. Fueron varios orgasmos casi unidos, sin la recuperación necesaria. Ella se encargó de mantener la linealidad del placer a lo largo de más de tres horas que estuvimos dando rienda suelta a todo lo que fuimos capaces de crear entre ambos cuerpos.

Cuando estábamos a punto de despedirnos, acabando de arreglarme en el cuarto de baño, mientras ella esperaba en el salón, vestida solo con una bata que apenas cubría su espectacular cuerpo me preguntó:

—¿Efectivo o tarjeta?

La quinta pregunta llegó al fin. Me dejó impactado, sin saber qué responder, y sin dinero. Comprendí que las sorpresas que te da la vida, en muchas ocasiones, aparecen en forma de gestiones comerciales, incluso cuando es la atracción sexual la que está en la transacción. O quizás por esa misma razón.

Lo cierto es que pagué con tarjeta. Nunca llevo tanto efectivo encima

La puerta abierta

Y allí estaba yo, delante de ella, de mi jefa, en su despacho. No interpuso mesa entre nosotros que pudiera entorpecer nuestro encuentro. Mu...