Tras responder aquella última pregunta, y superar el impacto que supuso haber estado con una prostituta sin saberlo, y pagando unos servicios sexuales prestados con rigurosidad, pero que generaron una fuerte desazón en mis principios, pensé que quizás debía introducirme en la sordidez del mundo del placer de pago, ese que resulta en apariencia ilegal, y que supone una de las industrias más poderosas.
Así fue como establecí mi siguiente objetivo literario: los masajes eróticos. Necesitaba a alguien que se dedicara a este tipo de masajes. De hecho, aunque no fuera la misma situación, aquel masaje que nos regaló mi jefa, dejó en mí una puerta que sentía abierta desde entonces, que tocaba ahora atravesar.
Después
de mucho investigar contacté, a través de su página web, con una estudiante de
odontología, que financiaba todos los gastos de la Universidad mediante la
apretada agenda de masajes. Me encontró un hueco para poder establecer un
primer contacto. Era muy aplicada, como pude comprobar lo que me hizo pensar que, sin duda, sería una
gran dentista.
—¿Entonces
el masaje fusión con dos relajaciones?
—Sí
—Respondí con la seguridad aparente del que ha acudido a servicios mucho más
sórdidos y, en cierta medida...
—Ya
sabe que vale todo, que será cuerpo con cuerpo y se correrá dos veces. Suele
durar unas dos horas —Continuó informándome.
—¿Así
de sencillo? —Pregunté atemorizado.
—Si le
cuesta orgamar la segunda vez, no se
preocupe, me encargaré yo de que el final feliz suceda como está previsto —sonrió—. Y si va muy
rápido continuaremos por otras partes.
El
inicio, cuando ella masajea todo el cuerpo, con un aceite aromático, es
especialmente sensual. Es imposible que en una situación así, donde ambos nos
encontramos desnudos, la erección tarde en aparecer.
Ella
no accede de inmediato al pene, sigue su protocolo de caricias y masajes por
las zonas previstas y, en su momento, sí se dirige a él, iniciando una
masturbación lenta, ya que no existe la prisa. Es el mayor momento de intimidad.
En ese instante, si moverte demasiado, piensas en cómo acceder a tocarla a
ella. Es una necesidad básica, quieres acariciar su piel y…
—Recuerde
que puede tocar todo menos el coño —volvió a sonreír.
Quizás
sea esa la razón de que te centres en masajear su culo, acariciar cada parte de
sus pétreos glúteos. Buscas más arriba y, coincidiendo con tus deseos, sus
pechos quedan tan cerca de la otra mano que no dudas. Los alcanzas. El primer
orgasmo ocurre y la eclosión de emociones se traslada a otro mundo, el onírico,
allí donde crees encontrar a quien te gustaría que estuviese en ese lugar
contigo. En mi caso mi jefa, a la que tanto deseo.
Se
concentra entonces en la cabeza, cuello, brazos… Deja que te recuperes, porque
la segunda "relajación" debe ser aún más potente. Debe convertirse en el viaje
del héroe que vuelve cambiado a las manos de la futura dentista, mejorado, una
y otra vez. Es una experiencia mística y deseas, como sea, orgasmar en su boca. Esto suele ser una excepción, pero a veces…
—Normalmente
el coste son 200 euros, pero como solo buscaba información me bastará con que
me pague 100.
—Gracias —respondí, reflexionando acerca de que esperaba que no se notara demasiado mi primera relajación, que ocurrió al inicio, justo al comenzar a hablar.
—Si alguna vez viene no solo a escuchar, le aseguro que lograré que aguante más que hoy —sonrió por última vez, justo antes de despedirme en la puerta.