—Y
en tu caso, ¿cómo fue la primera vez? —Pregunté con prudencia pues apenas
llevaba en la empresa unas semanas y solo la conocía de los breves encuentros
en la máquina de café.
—Tan
complicado como imagino que te está resultando a ti —me
sonrió — ¿Quieres un café?
—Sí,
claro.
—¿Sí,
claro, al café o a que te está resultando difícil esta primera vez?
Me
disculpé y organicé mejor mis respuestas. La afirmación era con respecto al
café, que apenas tomo, pero poder prolongar ese rato era esencial para lograr
algo más de seguridad. El sí también hacía referencia a la complicación para
afrontar mi primera vez. En condiciones normales no hubiese recurrido a su
experiencia, pero me dijeron que si había alguien en la organización que
supiera cómo hacerlo, debía acudir a la persona que tenía delante de mí,
sacando el café en ese momento.
—Sí,
muy difícil. Sin embargo, me han contado que después todo te resultó sencillo.
—Quizás
sí, pero no olvides que la jefa también es mujer y no se experimenta igual entre
dos mujeres que, como en tu caso, entre un hombre y una mujer. Lo que sientes
es distinto.
Mi
compañera, con varios años de antigüedad en la empresa, quiso sorprenderla con
la dureza de la mujer empoderada que puede con todo, que no reprime ningún sentimiento,
demostrándole que el sexo no le suponía ninguna traba cultural o social. En
definitiva, que estaba abierta a cualquier opción que pudiese darse.
Desde
esa claridad partía en sus relaciones, por eso era tan importante aprender con
ella. Al principio la directora, sorprendida por la vehemencia de sus
proposiciones, fue renuente, pero después, según cuentan otros compañeros,
tragó con todo lo que mi compañera quiso. Al parecer se desenvolvió con mucho
arte en el terreno erótico. Nadie imaginaba que ambas llegarían a compenetrarse
tan bien. De hecho, asumió obscenidades que mi imaginación hubiese sido incapaz
de crear. Si lo que contaban de mi jefa era cierto, habría que pensar en ella
como alguien fácil de manipular.
Y,
sin embargo, aproximarme a su despacho me generaba una tensión increíble. Debía
profundizar en mi investigación si deseaba conseguir mi propósito, aunque
resultara demasiado insolente.
—Dicen
que hacías lo que querías con ella —me lancé.
—Bueno,
comprobó que era la mejor, y cuando vio mi rendimiento en ese terreno no tuvo
otra opción que apostar por mí.
—Y
si te iba tan bien, ¿por qué terminasteis?
—Mira,
Sánchez, esa mujer es muy buena, sabe montárselo como pocas, pero el director que
tengo ahora me ofrece cosas que con ella no podía conseguir —sonrió con la
picardía de saber que yo entendía perfectamente a qué se refería. Continuó:
—Sé
que es diferente, pero al final todo es sexo, y te aseguro que ahora estoy
mucho más satisfecha —mantuvo esa sonrisa que me sedujo por completo.
—¿Y
qué posibilidades crees que puedo tener con ella?
La
respuesta a esa pregunta fue clave en todo lo que sucedió después. Comprendí en
un momento cómo desarrollar mi estrategia para cautivarla. Terminé el café y
volví a mi despacho dispuesto a preparar la mejor versión de mí mismo. Organicé
todas las ideas que despertaban en mi mente. De repente, el erotismo llegó a su
máxima expresión. No podía dejar de pensar en dos cuerpos haciéndose el amor
sin tregua, lamiendo cada rincón de piel que encontraban en su senda, logrando
que ambos sexos alcanzaran una unión perfecta, y que gemidos y gritos buscaran
el aire sobrante de unas bocas que se devoraban.
Descansé
un instante y quedé colgado de un atardecer que ponía fin a un día cargado de
inquietud. Recordé entonces su respuesta:
«Ella
siempre actúa de la misma forma. Toma tu relato, lo lee con una expresión que
no deja transmitir nada. Cuando finaliza debes estar atento y observarla.
Fíjate bien en el brillo de sus ojos. Si le ha gustado, su mirada te envuelve y
su boca se abre ligeramente».
Mi
compañera me aseguró que las palabras que fluyen después se interrumpen por un
leve gemido. Ese sería el momento en que sabría que mi relato saldría publicado
en el siguiente número de la revista erótica.
Nos gustaría invitarte a hacer un relato para https://dulceardiente.com
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