domingo, 19 de septiembre de 2021

Reconocimiento


—No puedo creer lo que dices —afirmé, sorprendido por lo que mi compañera me contaba acerca de la última conversación que había mantenido con mi jefa.

—Sánchez, cuando fui a su despacho, para preguntarle si me encargaba de tu sección, tal como me dijo que podía pasar, tuve esa conversación. Como te la he contado.

—¡Vaya! —No podía evitar seguir sorprendido—. Entonces, ¿crees que me dirá algo?

—En breve. Seguro. La tienes en el bolsillo —hizo una pausa—. Después de todo lo que liaste, que siga confiando en ti es una suerte.

—¿Suerte?

—Bueno, realmente es la consecuencia de ser tan bueno escribiendo —se sonrojó.

Percibí la mezcla de timidez y vergüenza, pero no podía dedicarme a ella en ese momento. Preferí acomodarme en la silla de la terraza en la que estábamos tomando café, mi compañera y yo, y me recreé en sus palabras:

«Es muy bueno. No puedo prescindir de él. Cuando escribe pone cachondo a todo el que lo lee. Yo misma, después de leer alguno de sus artículos he tenido que solucionar la excitación que sentía».

Mi jefa reconociendo a mi compañera que, en más de una ocasión, se ha masturbado pensando en mí. Cuando me lo contó no pude ser más feliz. Yo tenía razón, el deseo existía por ambas partes, aunque entendiera que no podía manifestarlo abiertamente. Yo, al fin y al cabo, solo era un becario a sus órdenes, si bien se estaba abriendo una puerta muy interesante para mis intereses personales, y sexuales, con ella.

Es cierto que alguna de las soluciones que buscó para saciar su deseo no terminó de gustarme:

«En una ocasión solicité cita con mi masajista, un amigo muy especial, después de leerle. Él podía solucionar mi necesidad. Mientras me masajeaba recordaba alguna de las escenas que Sánchez había creado, y obtenido de esa mente tan especial. Ese día, después del masaje, le eché un polvo brutal a mi masajista. Créeme, fue increíble».

Con todo, tampoco me iba a detener en estas pequeñeces. De momento no existía ningún compromiso entre nosotros, y ambos actuábamos con la libertad de dejar que nuestra sexualidad inundara a quien apareciera por nuestras vidas en el momento exacto, cubriendo la necesidad concreta que no podíamos saciar juntos.

—Siempre pensé que a ella le gusto —afirmé.

—No es esa la conclusión que debes obtener de esta conversación —contradijo mi compañera.

—¿Ah, no? ¿Y cuando te contó que «me pone muy cerda ser la protagonista de las fantasías de Sánchez»?

—Pero, Sánchez, debes entender que…

No la dejé continuar, y volví a mi mundo interior, en el que me dejé seducir imaginando con qué tono de voz diría lo de ponerse muy cerda, la excitación que habría sentido al comentarlo, y si había mojado las bragas a rememorarlo, comprobando que era la reina de mis sueños. En fin…

¿Qué sabría mi compañera de nuestra historia? La relación entre nosotros era tan especial, no era comprensible para los demás. Y menos ahora que ella, al fin, dejaba la puerta abierta. Esa puerta que tanto deseaba alcanzar, dejando atrás las fantasías y sueños y comenzando una aventura real con ella, con mi jefa.

 

domingo, 5 de septiembre de 2021

Te echo de menos

 

Deseaba hacerle ver mi recuperación, que se sintiera feliz al comprobar cómo por ella fui capaz de reinventarme. De ser un nuevo Sánchez que, convencida, me permitiera recuperar mi rol en la revista. Que, en definitiva, volviera a confiar en mí. Y lo hice como mejor sé: escribiendo:

Dos meses enteros sin tu presencia ha sido la mayor tortura que un hombre enamorado puede experimentar. Enloquecí por ti, por el amor que sentía, que aún sigue ahí, aunque ahora se muestra agazapado, temeroso, incapaz de mostrarse en su versión más animal, más natural quizás. Lo he podido recluir en la mente, que solo le permite pensarte, idealizarte, desearte.

Solo eso, pensamientos que, en ocasiones, dejo que se transformen en fantasías e ilusiones, pero solo eso. Ya no debes temer que un día esas fantasías pasen a convertirse en realidad y entonces…

¿Qué si sufro? No te imaginas cuánto. No hay día que no me levante con el pene erecto, buscándote entre mis últimos sueños, esperando hacer realidad cualquiera de las imágenes que terminan por inundar la cama de un semen que desearía haber vertido en ti, en cualquiera de los lugares que lo ansiaran, que desearan ser sometidos por ese líquido blanco que subrayase el deseo culminado después de explorar tu cuerpo.

Porque es cada parte de tu cuerpo la que al anochecer imagino cómo son cubiertas de besos y caricias, contemplando como tú no puedes evitar retorcerte en escorzos que, en apariencia, quieren evitar que siga, pero que esconden una realidad diferente.

—Sánchez, no dejes de tocarme.

—No paro, amada, pero necesito beber el néctar que expulsas buscando que mi lengua lo rescate, y lo transfiera a mi boca donde pueda unirse con una saliva cada vez más ácida.

—¡Deja de hablar entonces, y cómeme el coño, ya!

Y yo, fiel a tus órdenes, dirijo mi boca, mi ser, al lugar que protege tus piernas, maravillosas, que separo hasta que tocan la cama y dejan una oquedad rosada que abre el camino a un lugar oscuro, pero seguro, a un sitio donde el placer se hace levedad y el líquido que forma nuestra unión conduce a…

—¡Fóllame, dios, fóllame ahora!

Y embistiendo en tu cuerpo toda la lujuria que nos une, dejo que mi miembro se haga fuerte dentro de ti, procurando aguantar lo suficiente mientras aguardo tu próximo orgasmo, otro más.

—He mejorado, ¿lo has notado? —Le pregunté, mientras me recuperaba de una unión tan profunda y salvaje.

—¿Qué si has mejorado? —A horcajadas sobre un pene en recuperación, mostraba una mirada ida—. Sigue mejorando un rato más, Sánchez, y sigue follándome.

Este fue el relato que envié a mi jefa, con el que esperaba poder reiniciar nuestra relación de amor interrumpida por un trastorno mental inoportuno.

La puerta abierta

Y allí estaba yo, delante de ella, de mi jefa, en su despacho. No interpuso mesa entre nosotros que pudiera entorpecer nuestro encuentro. Mu...